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El arte de entrevistar

  • Enviado por: volteacl
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LAS TÉCNICAS Y METODOLOGÍAS SIRVEN, PERO NO ALCANZAN

Las nuevas tendencias de la selección siguen mostrando cómo entrevistar y hacia qué foco dirigir nuestras entrevistas (luego del COVID y la explosión del teletrabajo, nuevas competencias son las que buscan las empresas), la entrevista por competencias sigue siendo la principal metodología utilizada, la más sustentada por los especialistas, pero ¿qué pasa con el entrevistador y sus propias competencias?

Detenernos en el “carpintero”

Redacción: Equipo Gestión Vitae Consultores

A propósito de la era del big data y la inteligencia artificial que promete no solo hacer más eficiente el reclutamiento, sino incluso capacidad para reemplazar las entrevistas, creemos importante detenernos un poco en la persona que entrevista: el carpintero. Más que en las metodologías y las técnicas a su disposición para entrevistar: sus herramientas, nos interesa el sujeto. Drayfus en su “Ser en el mundo”, muestra cómo la maestría en cualquier dominio, está tan enraizada en lo humano, que se hace difícil de enseñar. El comprender, entender y saber, no es lo clave, sino saber hacer es lo relevante. La práctica finalmente es la que hace al maestro. Creemos que la manera de reconocer el éxito o no del resultado de una entrevista, no es si se cumplió o no el estándar del método o técnica utilizada, sino si en esas pocas horas logramos hacernos una opinión fundada respecto del calce entre la persona que tuvimos al frente y el rol y empresa a la que está postulando.

Escuchar e indagar

Una de las principales competencias de un entrevistador competente, en el camino de su maestría es escuchar. Estas habilidades las ponemos en práctica desde antes de realizar la entrevista. Al momento de conocer el perfil de cargo, al conocer a la jefatura y levantar las expectativas de la organización y las características específicas del desafío del rol. Si no logramos una escucha de calidad, difícilmente lograremos comprender qué es lo importante de indagar luego al entrevistar a los potenciales candidatos.

Proponemos entender escuchar como dar significado, dar sentido, un interpretar y familiarizarnos con el mundo de otro. Esto significa construir interpretaciones de quien nos habla. Al escuchar estamos interpretando el tipo de persona que es, su historia, su cultura, y no solo lo que dice. El foco está en entender la historia del que habla, lo que le importa, por qué le importa, más que reaccionar a las palabras que salen de su boca. 

Para desarrollar esa competencia proponemos comenzar con dos focos de atención, el primero es dejar de ser ciegos e identificar nuestras barreras a la hora de escuchar, buscar ser cada vez mejores observadores de nosotros mismos como entrevistadores, y el segundo, aprender a indagar conectados con la genuina curiosidad. A la hora de poner en práctica estas habilidades parece muy sencillo, pero es difícil de lograr.

Cómo entrenarnos en ser mejores escuchadores 

Julian Treasure, experto en sonido y comunicación, nos explica cómo, pese a nunca haber sido buenos escuchando, con el paso del tiempo hemos empeorado esta capacidad. En una comunicación estándar, aunque pasemos el 60% del tiempo escuchando, solo retenemos el 25% de lo que escuchamos. 

La dificultad a la que Treasure se refiere no tiene que ver tan solo con nuestras limitaciones culturales, históricas y personales de interpretación, sino también con los avances tecnológicos que nos llevan a practicarla cada vez menos. 

El mundo es hoy tan ruidoso, existe tanta cacofonía visual y acústica, que se torna agotador escuchar. Nos volvemos impacientes. Ya no queremos oratoria, queremos fragmentos. El arte de la conversación se ve reemplazado por la rápida transmisión de frases cortas, palabras entrecortadas y signos que complementan lo que queremos decir.  

Las barreras de la escucha:

  • Distracciones externas: Cacofonía visual y acústica, llamadas de teléfono, vibraciones por alarmas de mail, WhatsApp, etc.
  • La rapidez del pensamiento: Versus la lentitud del habla. Hablamos de 60 a 180 palabras por minuto y pensamos entre 500 y 800 palabras por minuto. Esto provoca que en el proceso de estar escuchando a otro me adelanto y digo “ya entendí”… y dejo de escuchar.
  • Evaluación prematura: Creer saber lo que el otro va a decir y terminar sus frases, ya sea verbalmente o mentalmente e interrumpir con la respuesta. Aunque habla de capacidad de análisis, es peligroso. Aunque sea correcta la deducción no permite escuchar en profundidad y por lo general lleva a interrumpir el flujo del que habla. 
  • Ensayar mi respuesta: Mentalmente distraerse pensando lo que tú opinas y en cómo lo dirás. 
  • Estereotipos semánticos: Palabras o frases hechas que como ya las he escuchado muchas veces hacen que deje de escuchar, desde palabras cliché, hasta palabras como ”liderazgo” o “comunicación” donde dejo de preguntarme a qué se refiere el otro cuando la usa.
  • Los prejuicios y juicios: Tanto negativos como positivos.
  • Problemas en la entrega: Persona muy monótona, que habla en bajo volumen, enredado, aburrido, requiere de un esfuerzo extra al escuchar.

¿Cómo lograr una disposición a indagar? 

Siempre vamos a tener una disposición al momento de escuchar, nunca hemos de asumir que llegamos “limpios” a nivel emocional a la hora de conversar con otro. Detenernos y observar cuál es la disposición con la que llego, es lo que creemos importante practicar, para buscar conectar con un ánimo de genuina curiosidad y así lograr indagar y no solo “comprobar eso que ya suponía”. 

Escuchar es un músculo, necesita entrenamiento, persistencia, esfuerzo, y lo más importante, la intención de ser un mejor escuchador.

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